martes, 13 de enero de 2015

Memoria colectiva.


¿Qué es la memoria?

Poca dificultad habría en consensar una definición más o menos universal al respecto: “…facultad mental del ser humano que le permite recordar…” bastaría hojear cualquier libro de psicología elemental para ver dentro de su índice algunas nociones al respecto. No obstante, el estudio de los mecanismos de la memoria en el ser humano ha sido una entidad valorada desde planos exclusivamente fisiológicos, biológicos y cognitivistas. Mecanizar y/o sistematizar la actividad mental ha sido un criterio común dentro del ámbito de la ciencia. Reduccionista, por cierto.

Pero seamos honestos, ¿Qué es un recuerdo? Apenas transcurridos pocos segundos de haber visualizado un rostro, un edificio o un paisaje, si cerramos los ojos y procedemos a recordar dicha imagen, al final obtendremos una suerte de nube oscura, tenue, intermitente y mal confeccionada del recuerdo almacenado. Dicho proceso se torna más complejo con el correr del tiempo, incluso, llegando a modificar elementos de una imagen mental inspeccionada.

El siglo pasado, en 1925, Maurice Halbwachs en su clásico Les cadres sociaux de la mèmoire atendió el asunto de la memoria pero a partir de un acercamiento de tipo sociológico y sobre todo cultural. La memoria se nutre y afianza a partir de elementos como el tiempo, el lenguaje, el espacio y la interacción social con nuestros semejantes.

Los recuerdos son entidades mentales que van más allá de ser meras fotografías que se retrataron en el pasado. Son filtros, lentes o moldes con los que se le encuentra sentido y significado a lo vivido. Nuestra memoria se nutre de diversos afectos y valoraciones que vamos aprendiendo e implementando durante toda nuestra vida; se parte del punto en el que nuestros recuerdos son torneados y moldeados por la carga critica que se ha formado durante los años y que nos hace almacenar las imágenes y vivencias que nos ayudan a sentirnos plenos, identificados con nosotros mismos y con nuestro entorno.

Mendoza (2004) afirma que nuestra memoria requiere como herramienta del recuerdo la necesidad de utilizar artefactos. Dichos objetos son elementos comunes, cotidianos, a veces sin valor material alguno: una carta, una foto, un anillo de compromiso que ha pasado por 4 ó 5 generaciones, un billete, un periódico, un corazón marcado en un árbol, una envoltura de chocolate o un diploma colgado en la pared. Estos artefactos, vinculan recuerdos y afectos importantes que facilitan a nuestra memoria a mantener vigentes dichas experiencias.



Si hay un proceso en el ser humano que tiene limitantes, es el de almacenar recuerdos, imágenes, sonidos e instantes; gracias a que tenemos artefactos en nuestro haber, nosotros podemos provocar siempre en nuestra memoria los hechos que nos ayudan a reconocernos e identificarnos. Incluso, tenemos artefactos que nos permiten tener identidad y cohesión como sociedad: un monumento, la bandera, edificios, espacios históricos. La memoria colectiva se construye a partir de las dimensiones culturales generadas en el seno de la familia, la escuela, la religión, el Estado y cualquier otro grupo social. Dichos objetos transmiten valores como el orgullo, lealtad, y valentía. Cada generación promueve y certifica sus propios elementos de cohesión e identidad, esto ayuda a comprender quienes somos, de dónde venimos y hacia donde hay que dirigirse.

 Daniel López Yáñez.
Psicólogo.
Profesor de Psicología y Ciencias Sociales.
Centro Escolar Newton Plantel Toreo

Bibliografía.

Fernández Ch. Pablo. (2004): “Los recuerdos”, en la Sociedad Mental, Ed. Anthropos, Barcelona. Pp. 137-170.

Halbwachs, Maurice. (1925): La memoria colectiva. Prensas universitarias de Zaragoza. Zaragoza, España.

Mendoza, Jorge. (2004): “La edificación de la memoria: sus artefactos” en Del pensamiento social a la participación. SOMEPSO, México. Pp. 129-150.

No hay comentarios:

Publicar un comentario